
Todos tenemos miedo en estos días que estamos viviendo.
Es una gran oportunidad para crecer, superar nuestros límites, vivir mejor y más generosamente. Nuestra base tambalea, más fuerte que nunca. La mayoría de nosotros nos hemos construido a corriente o a contracorriente de lo que llamamos el sistema. Un sistema de valores, de bienestar, de economía especulativa, de teorías y ciencias, un sistema que nos da seguridad y control. Todo esto se está diluyendo, y parece que más rápido de lo que esperábamos. No tenemos el control ni la seguridad de nada. Ya no hay más creencias donde sustentarse, donde esconderse. ¿Sabéis qué es lo único que nos queda?
Nuestra individualidad, nuestra verdad interior.
Una de las características más importantes que nos define como seres humanos es el ser cooperativos. No es nada nuevo, todo en la naturaleza es cooperativo en todos sus fractales. Los ecosistemas, las células, órganos, organismos… El todo está formado por partes diferentes entre ellas, que tienen una función específica y un rol diferenciado. Cada uno de nosotros también, ahora nos toca empezar a ver de verdad la parte que somos, empezar a diferenciar entre lo que creemos que somos condicionados por el exterior y lo que somos, de verdad.
El “Quien” soy yo, “quien” eres tú… es único, no hay referencias, no hay valores, creencias, teorías, sistemas que valgan si nos las creemos al 100%. Esas teorías o creencias han surgido de un individuo o colectivo concreto en un momento concreto.
Somos sociales, sí, pero primordialmente, como partes diferenciadas que somos, experimentamos la vida solos, su principio y su final, el nacimiento y la muerte, solos. En esa soledad estamos acompañados, por supuesto, porque la vida no funciona si no hay cooperación entre las partes.
Nuestra misión ahora es reconocernos y aceptarnos al máximo a nosotros mismos, saber cuál es nuestro lugar dentro de este todo. Es que ya no nos queda otra, nos queda la vida en sí, honrar lo que somos. Y el quién somos está dentro, no fuera. Nunca hallarás nuestra unicidad fuera, porque nunca existió nadie como tú en el pasado y nunca existirá nadie como tú en el futuro. No tenemos referencias, es imposible que una autoridad externa te enseñe a ser quien eres. Te pueden inspirar, guiar, ayudar, pero solo tú eres tu gran maestra. Y esto a todos los niveles, piensa en cualquier aspecto de tu vida que no comprendas, algo, lo que sea. Ahí tampoco encontrarás nada ni nadie que te enseñe lo que es correcto para ti.
La libertad no es más que eso, rendirte a ser quien eres.
Nos creemos que somos nuestra mente. No, nuestra mente es una parte de nosotros. Nosotros somos una forma, que es nuestro cuerpo, el primero que te hace único, el vehículo en el que vives. Por lo tanto, tampoco hay autoridad externa que valga en relación a tu cuerpo y a tu salud. El cuerpo sabe por sí solo, es sabio. Te invito a pensar en cómo se crea la vida, en cómo se crea un bebé, un ser humano. Todo el desarrollo y su forma y funcionamiento son perfectos y nadie ha hecho nada para que eso suceda, ninguna mente ha hecho nada. Solamente ha sido necesaria la unión del femenino-masculina en el inicio, después todo solo. Magia. Vida.
Entonces, ¿por qué cuando nacemos creemos que nuestro cuerpo deja de contener toda la sabiduría, y le dejamos de escuchar?
En ese momento está la clave de todo: ese control y seguridad que anhelamos no existe, nunca no tendrás. Es tu cuerpo y todas las partes que hay en él, que te guía, si dejas así sea.
Nuestro cuerpo contiene esa inteligencia suprema, habla por sí solo. Cuando hay dolor, por el mínimo que sea, está pidiendo presencia. Si no le damos esa presencia, aumenta la intensidad del dolor, del daño. Ahí se crean las enfermedades, y ves, la enfermedad no es otra cosa que el cuerpo pidiendo presencia para sanar, es sanación. El cuerpo es tan inteligente que te puede llevara estados de malestar o dolor extremos para que, sí o sí, le des lo que necesita: presencia. Si tapas el dolor, el cuerpo encontrará otro modo de avisarte, con el tiempo y mucho más fuerte.
Solamente tú sabes cómo cultivar esa relación sana con tu cuerpo, por eso hay tradiciones que sanan con calor y otras con frío. Hay tantas maneras de sanarse como personas. Hay tantas maneras de ser como personas. Hay tantas maneras de vivir como personas en el mundo.
Reconectar y respetar nuestra manera es nuestro objetivo más solidario y generoso en estos momentos.
La situación en la que nos encontramos ahora es una oportunidad para confrontar el miedo más nucleico del ser humano: el miedo a la muerte.
Debemos aprender a diferenciar entre el miedo mental y el real.
EL miedo real ocurre en el ahora, es un aviso, una alerta de peligro. Se siente solamente en el cuerpo, no hay nada que pensar.
El miedo que surge del pensar y que dura en el tiempo alimentado por pensamientos que nos arrollan en bucle no es real, solo es una construcción mental.
Si te identificas y eres desde el miedo mental a la muerte, tendremos miedo a vivir.
Si sientes que estás en bucle, date cuenta que es tu mente, queriendo controlar algo incontrolable: la vida y la muerte. Respira y deja pasar todos aquellos pensamientos anclados que no te permiten escuchar tu verdad interior.
El virus no es malo, la enfermedad no es mala, la muerte no es mala. Forma parte de la vida. Sólo es mala, la interpretación que le das. El virus nos está ayudando a para, escucharnos y reconocernos. La enfermedad es sanación, la muerte es transformación.
Lo que está ocurriendo es complejo, todas las realidades y verdades individuales están en juego. Es fundamental la cooperación que se está creando con el “quédateencasa”. Pero de nada sirve si no comprendemos que la verdadera cooperación nace de conocernos y respetarnos mútuamente.
Y en general, estamos muy dormidos en ese sentido, vivimos condicionados por muchas verdades de segunda mano, creencias, patrones, valores externos a nosotros y que muchas veces no corresponden con nuestra verdadera naturaleza. Una dictamen colectivo nunca acogerá todas las verdades individuales. Es por ese motivo que una ordenanza colectiva nunca podrá ser obligatoria, porque siempre atentará contra la libertad y salud de alguna persona individual
Para poneros un ejemplo, yo antes creía que salir fuera, ver mundo, era lo más “guay” que podía hacer…si, por mi trabajo, me encontraba en una ciudad nueva, creía que no estaba bien quedarme todo el día encerrada en el hotel. Con los años me he dado cuenta de que esa era una creencia qyue no correspondía a mi naturaleza porque en realidad a mi cuerpo lo encanta quedarse en interior mucho tiempo. Desde que acepté esto (entre otras muchas cosas) me siento más sana y fuerte que nunca, no enfermo. Me sigue encantando conocer mundo, pero justo ahora estoy descubriendo mi forma de hacerlo, que es mucho más lenta que lo que yo creía. En cambio, siempre he observado que para mi pareja y mi hijo es diferente. La salud de mi pareja y mi hijo pasa por salir de casa cada día un poquito en contacto con la naturaleza. Para mí, esos es conocerse, conocer los pequeños detalles que te mantienen sano, poder respetarlo y ser flexible a la vez.
Estoy segura que el “Quédateencasa” dos semanas o más, no es lo más sano para algunos. Es importante que respetemos las necesidades básicas de cada uno para nutrir nuestra salud.
Lo más importante ahora es detenerse y escucharse, escuchar nuestro cuerpo y mantenernos sanos, es desde ahí que nace toda la sabiduría individual, aquella que, en cooperación nos puede salvar como colectivo.
Y para acabar quiero dar las gracias al corona virus, porque gracias a él estamos aprendiendo a vivir mejor.
Solo escuchando nuestro sonido interior hallamos comprensión, hallamos nuestro poder. Vivir es darse presencia y sanarse a cada momento, cada uno es libre de escoger cómo gestionar las órdenes colectivas, con responsabilidad y escucha interna.
#detenteyescucha
Exito en el nuevo sendero! Te van a hechar de menos en todos los cantos e recantos del BGKO!
Gracias! 🙂